Volviendo al apasionante tema de la Inteligencia Emocional, hoy quiero hablar sobre intensidad, concretamente sobre la intensidad de las emociones.
Ya sabemos que sentimos emociones porque necesitamos de ellas para nuestra supervivencia y adaptación, cada una de las emociones que sentimos tiene un mensaje para nosotros, una información que es importante que recojamos. Sabemos también que una vez que hemos recogido ese mensaje debemos canalizar la emoción y eso supone, hacer alguna o varias de las siguientes cosas: tomarnos tiempo y espacio para sentirla, expresarlas y/o tomar acción.
Bien, realmente ¿lo hacemos? Cuando sentimos por ejemplo enfado… ¿nos tomamos tiempo para rebajar la intensidad emocional que nos produce antes de actuar?… y a continuación… ¿actuamos? ¿Qué supone actuar cuando nos hemos enfadado con alguien? Con frecuencia, informar a ese alguien de forma adecuada (*) de cómo nos hemos sentido cuando ha hecho algo concreto.
En realidad ocurre que en muchos casos, no informamos, nos «tragamos» nuestro enfado, nos tragamos nuestra emoción… Y claro, «todo lo que hacemos y todo lo que no hacemos tiene consecuencias siempre primero para nosotros»: ¿Es posible que la próxima vez que ocurra eso que nos ha enfadado, nos enfademos más? ¿Es posible que ese enfado sea menos manejable que el primero? ¿Y si tampoco hacemos nada la segunda, ni la tercera, ni la «n» vez?
Culpamos a nuestras emociones de desbordarnos, de bloquearnos… pero si nos fijamos, ellas siempre vienen con buenas intenciones: informar y que hagamos algo… Si no hacemos nada… el mensaje que les estamos dando es… «hasta que no vuelvas con toda la artillería pesada, yo no me voy a dar por aludida…».
Hoy te invito por tanto a escuchar a tus emociones, y a actuar… y si en el camino te surge alguna duda y quieres preguntar, puedes hacerlo abiertamente a través del blog, o privadamente en lolahernandez.coaching@gmail.com. ¡Gracias por tus aportaciones!
Aprovecho para contarte que todavía queda una plaza para el programa de desarrollo personal que empezamos la semana que viene en Múnich y que el mes que viene, disfrutaremos del taller de asertividad. ¿Más información? Pincha aquí
(*) Otro día os cuento sobre una herramienta que utilizamos en coaching – el Feedback – para comunicarnos de forma adecuada cuando algo no nos ha gustado.
Genial!! …especialmente «hasta que no vengas con la artilleria pesada, yo no me voy a dar por aludida»
Ya te digo Gracielez… es que a veces nos ponemos… cómo te diría yo… tan poco receptivos… tan cerrados en banda y rechazando tan frontalmente nuestras propias emociones… que claro, a nuestro sistema emocional no le queda otra que «liárnosla» jaaaaaaaaaaa jajaja. Un besazo Cariño
Lola como me resuenan tus palabras.. en especial respecto a los enfados,hay que ver que no aprendemos a escucharnos primero a nosotros, saber como nos sentimos, si es enfado, si es tristeza, y tambien muy importante qué necesidad está siendo reclamada con dicha emoción… en fin te animo a que nos sigas instruyendo con este tema. Un abrazo, Merche
¡Muchas gracias Merche! Sí, yo creo que en el fondo es sencillo y natural utilizar nuestra inteligencia emocional: simplemente prestarnos un poquito de atención (no estar todo el día mirándonos el ombligo, que es el otro extremo en el que a veces caemos), tomar conciencia de lo que sentimos, del mensaje que estamos recibiendo y de lo que necesitamos hacer. Muchas gracias por tu ingrediente para este guiso emocional… jaaaaaaaaa jajaja. Un besazo, Lolen