Muy buenas.
Hoy quiero escribir sobre algo en lo que he pensado mucho durante los últimos días.
No sé si a ti te pasa, yo a veces tengo la sensación de pasar el día corriendo, mirando el reloj y viendo, con cierta impotencia, como se van pasando las horas sin que yo consiga hacer TODAS LAS COSAS que me he planificado.
Además, con frecuencia, a esa prisa se une una sensación de esfuerzo personal, una sensación de estar empujando un carro que no consigo llevar a la META que quiero. Me esfuerzo mucho por hacer que las cosas sucedan y me impaciento cuando no consigo que así sea en el momento justo que yo considero “que tiene que ser”.
Pero… ¿quién soy yo para determinar cuándo tienen que suceder las cosas? Y me contesto: “hombre… para determinarlo no… pero con todo lo que me estoy moviendo ¡ya tendría que haber conseguido esto o aquello!”. Paco Yuste, mi profesor, en una conversación que tuvimos a comienzos de año, me dijo algo así como… “Lola, ese es tu EGO, relájate, céntrate en lo que de ti depende y deja para los demás lo que no depende de ti”.
Pensando estos días en eso, vuelvo a tomar conciencia de que se trata de procesos, y los procesos son lo que son y necesitan lo que necesitan (perdona mi momento “gallego”), en definitiva: que las cosas suceden cuando tienen que suceder (esto me lo decía mucho mi madre), y si no lo hacen antes es porque no es el momento.
Un compañero, Jorge, cuando le preguntabas por algún tema pendiente, con frecuencia contestaba: “se está cocinando”, y ¡qué razón tenía!
Creo que puede ayudar tener esto más presente, aparcar un poquito la estresante fórmula ESFUERZO + PRISAS y cambiarla por algo así como: “la naturaleza es sabia, mantente en acción fluyendo con ella, relájate y disfruta; todo sucederá cuando esté cocinado y tú estés preparado para comértelo”.