Nos cuesta aceptarlo, pero, uno de los aspectos que hacen la vida tan valiosa, es entender que estamos aquí de paso. Cada momento es único, cada experiencia compartida, también, y nunca sabemos cuándo va a ser la última. El que se va, se va, y seguramente estará bien. Aunque nadie ha vuelto todavía para contárnoslo, yo creo que su existencia sigue de otra forma en otro sitio, tiene nuevos planes y nuevos proyectos. El que se queda es el que de repente o no tanto, se encuentra con un espacio vacío, una especie de paréntesis en su vida que conlleva un proceso que, antes o después, hay que vivir. Como diría Borja Vilaseca, durante una temporada, podemos narcotizarnos y distraernos con la variada estimulación que la vida nos ofrece, pero en algún momento, nos vamos a tener que confrontar con la tristeza, que es la emoción que aparece siempre que experimentamos una pérdida, y que tiene la costumbre de dejarnos un poquico bajos de energía.
Durante este proceso vamos a pasar por diferentes fases y nos van a acompañar todo tipo de emociones: enfado, miedo, tristeza, incluso la alegría, por sorprendente que nos resulte. Cuando perdemos a alguien, es muy frecuente que recibamos el cariño y el apoyo de amigos y familia, y siempre que hay un momento social, habrá espacio para la risa y la alegría de volver a vernos, así como la empatía y la complicidad de las emociones compartidas. Son experiencias muy bonitas que traen estas vivencias, que como todo en la vida, también tienen un lado positivo. Una de las claves que yo encuentro que nos puede ayudar a llevar las pérdidas lo mejor posible es PERMITIRNOS las emociones que vamos a sentir y ACEPTAR tanto el hecho en sí, como esos estados de ánimo pasajeros que vamos a vivir, sin aferrarnos a ellos – tampoco se trata de ser masoquista – pero sin negarlos, dándoles su espacio y fluyendo con ellos.
Así que será bueno que nos tomemos ratos para sentir, para llorar, para reír, para permitirnos estar de mal humor o sentir temor. La tristeza, concretamente, es una emoción que necesita ser sentida para ser canalizada, hay un ajuste psicológico pendiente para adaptarnos a la pérdida, y para ello nos podemos apoyar, si nos lo pide el cuerpo, en la escritura, el intercambio de fotografías y recuerdos, la meditación, la música – hay algunos autores especialmente lacrimógenos… en general todos aquellos que son especialmente románticos y cuyas melodías tienen un ritmo cadencioso -, las películas emotivas…
Ya sabemos que las emociones crecen cuando se sienten censuradas, así que démosles espacio y defendámoslas; ellas estarán presentes el tiempo que necesiten para hacer su trabajo, y después se irán. Es un buen momento para estar, por tanto, muy en contacto con nuestro interior, y con nuestras necesidades, que van a ser diferentes a cada rato. Recordad también, que las emociones no son algo que se pueda imponer: nadie puede tratar de imponernos un estado de ánimo, igual que nosotros tampoco podemos imponer el nuestro a nadie. Con respeto y asertividad, todo esto se lleva mucho mejor, así que puede ser una buena oportunidad para aprender a poner los límites que necesitemos a nuestro entorno, para aprender a pedir apoyo de forma concreta, y para explicar y recordar la veces que haga falta – tampoco podemos esperar que nos lean el pensamiento… las personas que nos rodean tienen sus propios procesos…-, que en este momento necesito estar sol@, estoy de mal humor, me vendría bien simplemente un abrazo o estoy triste y no estoy pa’ ná.
Es momento por tanto de tolerarnos esa cara de pocos amigos que se nos va a poner en algunos momentos. Ya pasará. A mí personalmente, en situaciones así, me ayuda ir cambiando de actividad: ahora me permito un rato de mal humor y me aíslo un poco, y dentro de un rato te propongo dar un paseo, luego trabajo un rato, después lloro otro rato y así lo voy llevando… Me centro en el día de hoy, no hago pronósticos sobre cuánto puede durar esto, como el Cholo, voy partido a partido, no fuerzo las cosas y al mismo tiempo, trato de disfrutar y agradecer los buenos momentos, los recuerdos bonitos que también vienen, los cariños que recibo, los preciosos mensajes que envía la gente en estas situaciones, y los “consuelos” que siempre podemos encontrar si abrimos bien los ojos. Y por encima de todo, insisto, toneladas y toneladas de ACEPTACIÓN, mucho ánimo y mucha paciencia durante todo el proceso. ¡Ah! Y no te olvides del HUMOR… es otra forma estupenda de canalizar emociones, de permitir que salga la tensión que tenemos acumulada en esos momentos, de relajarnos y de conseguir ver, aunque sea por un ratito, la cara más simpática de la vida, que sigue estando ahí… 😉
Te dejo el link con el calendario de talleres, este sábado estaremos trabajando con los que somos especialmente sensibles y te cuento que queda una única plaza libre para el grupo de desarrollo personal.
Ay Lola, no estamos preparados nunca para una perdida así… y siempre nos deja descolocados y más cuando no nos lo esperabamos… Te acompaño en el sentimiento y me quedo con lo que comentas sobre respetar cada paso en el proceso de duelo que necesitamos vivir… dar espacio a cada emoción que aparece, en especial a las que peor fama tienen y de las que muchas veces tratamos de pasar rápido… dar espacio y dar presencia! Porque el viaje continua y la energía que os dejó tu hermano, sigue ahí en el mundo y en cada uno de los que le conocistéis… como toda estrella que vuelve al cielo, dejará su larga estela al seguir su caminooo… Lola te abrazo con todo mi cariño y tenemos pendiente un café en cuanto sea posible 😉
Gracias Mer… sí, es muy triste… Pero como tú bien dices, hay que dejar espacio a la tristeza, aunque duela… Y al mismo tiempo, no quedarnos ahí… esto es todo un arte. Recibo tu abrazo tan cariñoso y me reconfortan y emocionan tus palabras tan bonitas… Muchos besos
Excelente!!!
Gracias Miriam 😉