Hoy quiero que me acompañéis a darle una vueltecita a «la loca de la casa»: la mente. Nuestra mente genera pensamientos automáticamente en función de muchos factores:
- nuestro estado físico y mental (activación o relax, salud o enfermedad, nivel de energía),
- nuestros procesos inconscientes,
- nuestros aprendizajes, condicionamientos y creencias irracionales,
- nuestras proyecciones, interpretaciones, etc.
Sobre algunos de estos parámetros no podemos influir (procesos inconscientes, algunos estados físicos y mentales), pero sobre otros sí:
- podemos poner consciencia en los hechos que vivimos, y en los pensamientos y emociones que se derivan,
- podemos generar proactivamente pensamientos positivos,
- y también podemos conservar nuestra energía a través del ejercicio, la alimentación, el descanso, la meditación/relajación, el aire libre, entre otros.
Conviene recordar que siempre hay factores que exceden a nuestra capacidad de influencia: el cambio climático, los acontecimientos políticos, etc. y al mismo tiempo, preocuparse nunca ha solucionado nada en la historia de la humanidad, ocuparse sí, de lo que está en mi ámbito de responsabilidad (recordemos que cada uno de nosotros somos un único ser humano limitado), así que observemos nuestra mente para tratar de frenar esos procesos, por ejemplo, con distracción, además de llevar activamente nuestro foco de atención, desde lo que no depende de mí, a las cosas que sí están en mi ámbito de influencia. Por ejemplo, yo sola no puedo revertir el cambio climático… ¡ojalá pudiera… ;)! Pero sí puedo apoyar a partidos políticos que lleven en sus propuestas medidas de protección para el medio ambiente.

Algunas otras reflexiones que quiero compartir con vosotros en relación a la mente:
- No somos nuestra mente, vamos a tratar de desidentificarnos de ella. Nuestro cerebro (físico) no es nuestra mente (constructo abstracto). La buena noticia es que gracias a que no somos nuestra mente, podemos observarla e influir sobre ella de muchas formas.
- Dedicar tiempo a observar nuestra mente, darnos cuenta de qué pensamientos la ocupan y qué efectos emocionales están causando. Por ejemplo: yo me puedo dar cuenta de que con frecuencia pienso en los conflictos que tengo con mi compañero de trabajo y que eso me genera temor, tensión, autocrítica y desánimo. Puedo planificar que, cada vez que aparezcan estos pensamientos, en vez de rechazarlos, puedo hablar con mi niña interior herida y decirle algo así como: vale, esto todavía te duele y es natural con las cosas que han pasado últimamente con él, vamos a tratar de aceptarlo. A lo mejor, en algún momento deja de afectarte tanto. Es posible que puedas hablar con él en otras circunstancias, o al menos, conseguir mantener una relación más neutra. Posteriormente, cuando esto vuelva a suceder en “el directo de mi vida”, puedo utilizar, en el silencio de mi mente y en un tono amable y afectuoso conmigo misma, un mantra – resumen, como, por ejemplo: vale cariño, no pasa nada, déjalo estar de momento y usa el tono Alexa 😉
- Siguiendo con el ejemplo anterior, en un momento posterior de reflexión, puedo confrontarme con el hecho y analizar:
¿Qué es lo que temo que pueda suceder? ¿Es realmente probable que ocurra? Y si sucede ¿qué podría hacer? ¿Cuáles son mis opciones?
¿Hay algo que no haya expresado todavía? ¿Tengo las herramientas de comunicación asertiva necesarias? ¿Qué herramienta podría utilizar? O ¿Cómo podría acceder a estas herramientas? Si además lo escribo, estaré ayudando a reducir la intensidad de las emociones que siento.
Si mi adulta interior pasa a los mandos de la nave y empieza a tomar decisiones y a pasar a la acción, es muy probable que mi mente/niña interior se empiece a calmar.
¡Ah! Y recuerda que en julio empezamos un nuevo semestre de Encuentros de DESARROLLO PERSONAL y en octubre estaremos en Múnich con en el taller de RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS: comunicación no violenta en casa y en el trabajo. ¡Contacta!